DESAFÍOS PARA UNA COLOMBIA SIN RUMBO FIJO
Por: Edwar Stiven Cruz
Ser el cuarto país con más desigualdad en el mundo supone una serie de retos para los jóvenes que se están formando como profesionales en las universidades públicas y privadas.
Nuestra realidad es compleja, desde el aspecto político, social y cultural y las innumerables historias y relatos retratados en miles de libros sobre Colombia, nos invitan a cambiar y a estar dispuestos a romper los paradigmas establecidos desde hace varios años en nuestro país, así como despojarnos de esos miedos impuestos por líderes y gobernantes que consideran que el dinero está por encima de la vida. Las intenciones son válidas pero eso se tiene que traducir en acciones concretas que estén encaminadas a la erradicación del conformismo, el odio y otros factores negativos que nos impiden avanzar como sociedad.
Al ver la crisis y la coyuntura actual en nuestro territorio uno se pregunta si los profesionales que se gradúan verdaderamente están aportando a la construcción de una sociedad en donde los individuos tengan derechos, deberes y porque se haga justicia, o simplemente les interesa ganar dinero u otros beneficios para luego irse a otro país a disfrutar de otros territorios y situaciones menos alarmantes, mientras Colombia necesita una mano de todos, un impulso para superar todos los problemas y dificultades que se producen a diario.
Allí es donde aparece el papel de los comunicadores sociales, quienes debemos ser los encargados de cambiar esas perspectivas negativas de los individuos y comenzar a trabajar en la creación de nuevas estrategias que permitan mejorar el ambiente en el que estamos ahora. Las rupturas están a la orden del día, pero las herramientas y el sentido social que adquirimos en la academia, unidas a las experiencias con otros son importantes para generar soluciones. Es que, si nosotros no construimos y asentamos las bases para un futuro mejor, entonces quien lo hará.
Los medios de comunicación, que tanto daño han hecho a la sociedad por su desinformación o su débil manejo de contenidos, pueden convertirse en un vehículo de nuevas oportunidades, siendo la voz de los que callan sus conflictos, haciendo uso de sus plataformas para valorar con veracidad todo lo que ocurre a nuestro alrededor.
Así mismo, la responsabilidad de uno como comunicador se mide también en la capacidad y la disposición para participar en proyectos de desarrollo destinados a estimular la participación ciudadana, no solo aquí en Bogotá, sino también en otras regiones, en áreas como salud, educación, resolución de conflictos o democracia.
Muchos dicen que es un tema de vocación y de generosidad, e incluso es evidente que a muchos no les interesa lo que ocurre a su alrededor, pero si verdaderamente los profesionales de esta carrera se dedicaran a ver el trasfondo de la polarización manifiesta en la que se encuentra el país, se podrían identificar elementos y necesidades comunes que convoquen a los ciudadanos, quienes son los verdaderos dueños y constructores de la paz. Por lo cual, es necesario preguntarse continuamente ¿Qué futuro queremos para nuestro país? y ¿Cómo haremos para lograrlo?
De allí se desprende una disyuntiva entre lo que queremos que sea y mejore el país y las acciones, actos y decisiones que se tomen para alcanzar esos objetivos, porque de una u otra forma algo nos impide seguir adelante y eso es lo que nos invita a repensar lo que hacemos por Colombia.
Los estudiantes universitarios tenemos una oportunidad única de orientar nuestra vida hacia eso que tanto queremos, es cierto que muchos lo hacen por obligación, pero aquellos que han podido escoger su futuro deben aportarle a esta sociedad, comprometerse con la realidad de Colombia desde cada una de sus carreras, tener la voluntad de generar nuevos procesos de inclusión, de la no vulneración de derechos, la diversificación de culturas, el respeto por el otro e intentar generar una cultura de bienestar y desarrollo mientras nos hacemos participes de muchas otras realidades.
Pero antes de pensar en la sociedad y en las personas que nos rodean debemos pensar en el papel que tienen los colombianos, cada uno de nosotros es la “llave” que necesitamos tener a la mano para creer en transformaciones sociales profundas, no sin antes cuestionarnos sobre ¿Cómo podemos dejar a un lado el individualismo? y ¿Cómo interesarnos de eso que ocurre a diario?
Si nos basamos en el contexto actual nos damos cuenta que los colombianos ya no sentimos el país como nuestro, como muchos de nuestros antepasados lo sentían, ya no nos duele lo que pasa a diario en nuestro entorno. Cada vez nos sentimos más deshumanizados y sin el sentido propio del hombre, a tal punto de evitar reconocer la existencia del otro, o reducir con palabras despectivas a ciertos grupos sociales que también tienen derecho a expresarse y exponer sus ideas.
Como lo dijo alguna vez Hannah Arendt, el mundo es con los demás, y a partir de allí debemos hablar y reconocer nuestras acciones para generar verdaderas prácticas constructivas que beneficien al territorio en el que habitamos. Por lo tanto, debemos influenciar a las personas para que acepten la diferencia, que dejen el temor a un lado y se den la oportunidad de escuchar al otro para conocer un poco más de sus historias, las cuales traen consigo realidades nunca imaginadas, pero que se dan casi de manera cotidiana en el país. La vida es un continuo aprendizaje, por lo que es importante nutrirnos de conceptos y ver el mundo desde otras perspectivas para tomar conciencia del entorno en el que vivimos y la forma en la que debemos actuar.
Con el solo hecho de mencionar la paz, hablamos de un hecho trascendente que requiere un aporte mínimo de la sociedad y la oportunidad que tenemos de dejar atrás esa época de violencia y pensar en un futuro próspero para todos los colombianos.
Aquí surge otra idea que se podría aplicar a los mecanismos actuales y es ¿Por qué no apostarle a la educación como pilar fundamental para el desarrollo del país? Pensemos en una transformación total del modelo educativo y la forma como instruimos a los niños.
Si seguimos ese camino, podríamos modificar ciertos tipos de conductas y trabajar de la mano con los medios de comunicación para incitar el pensamiento y las ideas.
Es difícil comprender la desigualdad tan grande en la que vivimos y no pensar de qué forma se podría manejar una economía auto sostenible que beneficie a todas las regiones del país. ¿Qué consecuencias traerían esos cambios?
No lo sabemos, pero si no intentamos tomar cartas en el asunto, en repensar los modelos sociales que nos han formado desde muy pequeños, será complicado entender, de cierta manera, el territorio en el que hemos crecido.
No miento si les digo que la desigualdad y la indiferencia son difíciles de erradicar, pero si las podemos combatir desde nuestros conocimientos y aprendizajes, luchando junto a otros por mejores condiciones de vida, porque considero que los jóvenes disponemos de las herramientas necesarias para enfrentar los retos que depara el postconflicto y la motivación es necesaria para obtener lo que antes podía parecer imposible. Dejemos a un lado las mayorías y las minorías y pensemos en un todo, en un solo grupo de individuos que le apunten a quebrar todos los estereotipos e ideas banales sobre las costumbres y pensamientos errados de los ciudadanos.
Lo ideal sería preguntarnos luego si esto nos permitirá crecer como país, si lo que construimos no lo derrumbará la corrupción u otros actos infames. La verdad no lo sabemos, pero mientras se pueda hacer algo hay que llevarlo a cabo con disposición y actitud e intentar creer en un mundo utópico, en donde se acepte la diferencia, se permita la libre expresión y prime el trabajo en equipo.
Amanecerá y veremos…