NINGUNA MUJER DEBE SENTIR MIEDO
Por: Viviana Yanguma
“Ningún hombre sentirá nunca el miedo que siente una mujer al tener que caminar sola por una calle oscura”, desde que escuché esta frase caló en mi cabeza como el frío en los huesos. Se quedó allí, porque con ella vienen recuerdos de la cotidianidad, llenos de sensaciones que perturban la tranquilidad y en el silencio te desarman emocionalmente.
Conmigo la escucharon un grupo de hombres, quienes me atrevo a decir no alcanzaron a dimensionar su significado. Y no porque no les importe que una mujer tenga que vivir con el miedo absurdo de ser abusada o agredida sexualmente, sino porque la sociedad en la que vivimos -y que construimos todos- se ha encargado de poner a la mujer en un estado de vulneración tan alto que son los hombres quienes no lloran, los valientes, los fuertes, quienes tienen el poder y merecen ejercerlo.
Dentro de este panorama, tenemos que la violación no resulta ser otra cosa que “la necesidad de ganar, de imponerse, ejerciendo control sobre algo” es decir, se trata de PODER. A principios de este año, la estadounidense Oprah Winfrey decía en un discurso, tremendamente emotivo, durante la entrega de los Golden Globes, que “hemos vivido demasiado tiempo en una cultura rota por hombres brutalmente poderosos, durante mucho tiempo a las mujeres no se les ha escuchado ni creído cuando se atrevían a contar su verdad ante el poder de esos hombres. Pero ese tiempo se acabó”.
Aunque, después de ver cómo a la mujer se le critica por no decir el nombre de sus agresores al contar una historia que tenía metida como ácido en el cuerpo, o escuchar como se especula sobre porque dejan pasar tantos años para exteriorizar el dolor que sintieron y que aún hoy no les permite hablar sin taladrar en las fibras más delgadas de la dignidad; creo que Winfrey no se refería textualmente a que ese tiempo se acabó, sino que inició una época en la que hay más mujeres empecinadas en no sentirse culpables sino valientes y transformadoras.
Y aunque aquí hablo solo del abuso sexual desde lo hombres hacia las mujeres , no se puede esconder, ni dejar de hablar de hombres abusados, un drama que la misma sociedad le es difícil asimilar y a impedido exponer. Y cómo no pensar en los escalofriante casos de violencia sexual en contra de niños, niñas y adolescentes, cuando Medicina Legal reportó que para el primer trimestre del año 2017 se practicaron 4.315 exámenes médicos a niños de entre 0 y 17 años tras denuncias de abusos sexuales, es decir, 48 por día.
Pero todo esto no se trata de caer en los lugares de siempre, reflexionando sobre lo mismo sin que, aparentemente, nadie escuche y sigamos buscando culpables ajenos en la desesperación de no ser parte de actos tan atroces, es cuestión de pensar en la dignidad humana como eje central de un mundo mejor y conjugarla siempre en plural, se trata de entender pero sobretodo de actuar, entorno a la repetida premisa de que este es un flagelo que empieza desde la educación en casa, las conversaciones con amigos, el lenguaje usado en público y que construye desde las acciones de cada uno, porque todos hacemos parte de la sociedad en la que el abuso sucede. Bien lo decía el escritor suizo, Jean-Jacques Rousseau: “Las personas nacen buenas y la sociedad las corrompe”.